" Esto escapa a mis códigos"


Lean la nota de Román Iutch en La Nación, el hombre al que Basile hizo hechar de TyC Sports una noche en Venezuela al decirle "vo' so' contra mío".
No se podría describir mejor la verguenza que fué el segundo ciclo de BARsile al frente de la selección nacional.
Bye Coco. No comments.


"Agradeció en su interior que el pitazo de Oscar Ruiz terminara con la que además de una verdadera paliza había resultado una tortura. Quizás por eso se lo veía abatido como nunca. En realidad era la fiel imagen de la derrota, estaba vencido. Caminó el trayecto hasta el vestuario en silencio y dentro del mismo se mantuvo igual. En la conferencia de prensa aceptó lo que había sido evidente, una superioridad alarmante del rival, intentó acercarse a Marcelo Bielsa, del que él mismo tiempo atrás se había diferenciado como si fuera un enemigo y en todo el viaje de retorno al país espero en vano alguna palmada de aliento que nunca llegó.
A lo largo de su ciclo se pudo ver de forma diáfana el paso del tiempo. De aquél entrenador con indiscutida capacidad para llegarle al jugador y potenciarle su rendimiento quedaba poco. De aquél personaje entrador ya no se observaba nada. Ésta vez la cosa fue bien distinta y solo la nostalgia y los recuerdos fueron fieles compañeros de ruta.
Puso a la falta de tiempo como un argumento preponderante en su manual de excusas sin reparar que el resto de las selecciones estaban en idéntica situación. No pensó que el viajar para tener contacto directo con los jugadores y observarlos en el campo podía ser una buena alternativa. Por el contrario, se entregó a la elección de un director de cámaras para ser él también un consumidor veinte pulgadas. Ni siquiera la chance de tener a buena parte de la base de su columna vertebral para trabajar tupido en Beijing, pensando a futuro, le hizo cambiar de opinión.
Imaginó verdaderas conspiraciones y en ellas creyó ver a opositores, por el solo hecho de pensar distinto y buscar la construcción desde el disenso. Demostró que la vida según su perspectiva se divide entre los que están "con él" o "contra él". Supuso que alguna entrevista entregada en el pasado era el pasaporte al elogio perpetuo.
Nunca se percató que en su imagen, sus formas y su vocabulario, estaba representada la de todo el fútbol argentino y aunque algunos quisieron marcarlo como un dato ¿pintoresco? el desprecio por el idioma y la prepotencia estuvieron presentes en cada uno de sus discursos.
Se aferró desmesuradamente a todo tipo de ayudas divinas como si los mismos fueran la tabla de salvación. Nadie podría objetar cualquier ayuda relacionada con la sugestión, pero siempre y cuando ésta fuera un adorno periférico y no un elemento decisivo.
Subestimó al trabajo metódico y exigente, adjudicándole el destino de los partidos al buen descanso de los jugadores. Explicó que a veces al rival todo le resulta favorable y a los suyos esquivo sin intentar modificarlo y se rindió ante la superioridad antagónica.
Creyó que con la sola acumulación de nombres se garantizaría el éxito. Descansó en la buena estrella de los cracks sin observar como se podía lograr su brillo, desde un buen soporte colectivo. Se repitió en esquemas previsibles y cuando debió modificarlos por obligación desnudó su ausencia de ensayos con planes alternativos. Navegó en las aguas de la improvisación y con algunos movimientos inexplicables terminó de confundir a sus propios jugadores.
Terminó devastado por un mazazo que, vaya paradoja, le terminó dando un equipo dirigido por aquél que él mismo se encargó de poner en sus antípodas y que de no ser por su falta de precisión le hubiera propinado una goleada histórica.
Renunció de manera indeclinable al asumir que la mayoría de sus jugadores ya no creían en sus convicciones, no sostenían su ideas y discrepaban desde adentro con las decisiones que él tomaba desde afuera.
El ciclo duró algo más de veinticuatro meses y se interrumpió de la peor manera. En ellos y por absoluta responsabilidad de quién lo eligió se dilapidaron dos años de trabajo de la Selección Argentina. Nunca se pensó en la brecha generacional entre el técnico y sus dirigidos, ni en los mal llamados y peor aplicados "códigos", solo en potenciar el producto con un paquete de amistosos y sostener la medalla de nunca despedir a ningún entrenador.
Más allá de su desprecio por el castellano, Alfio Basile exhibió ciertas nociones de inglés básico. Hablaba de los "players", se despedía con un "bye" y cuando cerraba un tema exclamaba tajante "no comment". Desde hace algunas horas su juego ha llegado a su fin. Tendrá que incorporar las dos palabras más dolorosas. Game over.
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